Té de Ceylán de Indra Blends

  

Charulata (1964) de Satyajit Ray

Noviembre fue el mes más cruel: engendró lilas de la tierra muerta, mezcló recuerdos y anhelos, despertó inertes raíces con lluvias primaverales. Aunque estas palabras de Eliot remitan al mes de abril, el cierre de cursada universitaria que transcurrió en noviembre hacen pertinente referirse a la crueldad de tal mes. Fueron 30 días complejos, de ansiedades ocasionadas por exámenes y cierre de notas. Pero llegó diciembre, mes del solsticio de verano, de las fiestas, los exámenes finales y de las crisis institucionales, si bien parece que esto último no va a suceder este año.
Como siempre, el primer párrafo de esta entrada es una justificación de mi ausencia de las párrafos apesadumbrados y solemnes de este blog, acaso una empresa inútil de ser mantenida dadas mis serias dudas de que alguien lo siga leyendo. De cualquier modo, la escritura, así como el té y el cine, son placeres que se pueden disfrutar en una paz solitaria, íntima e introspectiva, si bien la alegría de compartirlos con otrxs supera la experiencia misma.
Al ser un té originario del subcontinente indio, más específicamente de la isla de Sri Lanka (antiguamente Ceylán), elegí una de las pocas películas indias que vi para ilustrar esta entrada, una cinematografía que me debo dada mi visible inclinación hacia la costa oriental de Asia y su cultura confuciano-taoísta, budista-maoísta, tropical-racionalista, burócrata-laborista, como bien la podría describir Glauber Rocha. 
El té de Ceylán, en su variedad ofrecida por El gato negro, fue reseñada en este blog en marzo del año pasado, en una de las primeras entradas que escribí. En esa reseña, donde también me quejaba de las inclemencias del mes, lo describía como un té negro ligero y ahumado, de un sabor parecido a lo que los orientales llaman umami. Esta versión de Indra Blends, por cierto un regalo de mi querida hermana Ana, es más bien perfumada antes que ahumada, floral y fresca, si bien conserva la ligereza del té de Ceylán clásico. A diferencia de las versiones anteriores que probé, esta se inclina por el dulzor, lo suficiente para alejarse del amargor propio del té negro en su forma más pura. Una buena variedad de una marca que no conocía, que recomiendo y que pienso investigar.
Ante la inminencia de los calores, estaba considerando empezar una sección de té frío, para variar un poco el tono de las entradas y para no morir entre sudores cuando las temperaturas alcancen los 35 grados. Sería una apuesta alejada del carácter fundamentalista de mi concepción del té, una que estoy intentando cambiar, dada la propuesta generalmente frutal del té frío. Porque lxs tecitolovers no han hecho más que interpretar de diversos modos el té, pero de lo que se trata es de transformarlo.

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