Té matcha de El Gato Negro

 

Good morning (1959), de Yasujiro Ozu

La ausencia de entradas de este blog en los últimos meses no se debe a otra cosa que a falta de tiempo. Por suerte, tiempo fue el que me sobró entre que salí de mi nuevo trabajo y el estreno de la gran película Todo documento de civilización, de Tatiana Mazú, que tuvo lugar en el marco del Festival DocBuenosAires el pasado martes. Mientras esperaba para ver la película, tuve la oportunidad de acercarme a uno de mis lugares de mayor pertenencia: El Gato Negro, al cual no iba hacía un tiempo. En ese intervalo temporal, mi amiga Moli me acompañó en una ceremonia del té con la cual le dimos placer a nuestros paladares, a la vez que nos resguardábamos del frío invernal de la calle Corrientes, solo para asistir unas horas después a otro de nuestros refugios predilectos: la sala Leopoldo Lugones. La película proyectada es un manifiesto estético, político y cinematográfico contra la impunidad del Estado al asesinar y desaparecer pibxs a manos de las fuerzas de seguridad, tomando como paradigma el caso de Luciano Arruga. La madre de Luciano estuvo presente en la sala, brindando una enorme sensibilidad y calidez a la proyección. Esperemos que se estrene pronto en el querido Gaumont.

Si bien el cine es parte indisociable de este blog (tan solo por decisión propia), el objeto del mismo sigue siendo el tecito. La variedad elegida en esta ocasión fue el té Matcha, un tipo de té verde molido originario de Japón. Si bien había probado el Matcha en recetas como budines y tortas, nunca había probado su versión original en té, además de que suele ser de mejor calidad que el usado para cocina. El sabor es muy similar al del té verde común, solo que menos ácido y con un sabor más suave. El amargor del té verde también está suavizado, ya que son hojas menos oxidadas que se protegen del sol en su crecimiento. Como se suele acompañar con leche, combinación que había resultado increíblemente efectiva con el té rooibos, probé una segunda taza de esta manera, lo que le dio un sabor aún más suave y cremoso, con la grasitud de la leche cortando la ligera acidez del té. Además, presenta un sabor que se suele clasificar como umami, muy propio de la región del este de Asia.


Es un té muy recomendable, algo de moda por sus propiedades antioxidantes, y me gustaría tenerlo en mi casa para disfrutarlo más seguido. Una gran noticia es que mi nuevo lugar de trabajo es muy cerca de esta gran meca del té que es El Gato Negro. Ante tiempos tan oscuros, que florezcan los lugares de refugio y encuentro, ya sea una sala de cine o un bar notable. Y como reza la frase, se trata de convertir la desafección privatizada en tecito politizado. O algo así, no sé, no leí a Fisher.

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