English Breakfast de la London
Ma nuit chez maud (1969), de Eric Rohmer |
Esta reseña va a ser corta y expeditiva. Principalmente, porque el té en cuestión es tan soso y pobre que poco se puede decir de él. Ayer fui a la confitería London City, en pleno centro porteño (Perú y Avenida de Mayo). No fue una salida planeada, sino que se dio así cuando salía del cine Gaumont. Es célebre por haber sido la confitería favorita de Cortázar, y estaba lleno de decoración en referencia al escritor. Espero que don Julio pidiera café, o que la propuesta de té en su tiempo hubiera sido mejor.
Mi prejuicio fue que la variedad de té iba a ser de corte más clásica, pero casi en su totalidad estaba colonizada por la dictadura del té frutado, ese que tiene 40 especias y 20 frutas diferentes, con nombres de libros de autoayuda, como "pausa", "concentración" o boludeces mersa del estilo. La realidad es que esos eran tés de una marca francesa llamado Teeson, la cual proveía la variedad de blends que tenía el lugar para ofrecer. Opté por la única opción de té clásico que había, que era el English Breakfast, el té negro tradicional, el que te sirven en cualquier lugar donde pidas té en hebras.
Me alegro no haberlo tomado en el desayuno, porque me hubiera llevado un disgusto mayúsculo. No sé si la marca es realmente muy mala (no la conocía, no tiene mucha pinta tampoco) o me lo sirvieron muy mal, pero estaba flojísimo. He visto té verde con un color más intenso. No hubo caso siquiera en dejar reposar la tetera más tiempo de lo acostumbrado (el lugar trae un simpático reloj de arena para medir el tiempo necesario para que se infusione), no tenía gusto a nada. Creo que dejar un clavo oxidado en agua hirviendo unos minutos hubiese dado un sabor más interesante. Ni cuerpo, ni color, ni acidez o amargor. Apenas una sensación rasposa en la garganta, en absoluto agradable.
Si regreso al local es con la esperanza de que haya sido un error de quien me lo sirvió, poniéndole muy pocas cucharadas del té, o para probar el té común que ofrecen, presumiblemente de producción nacional, y que tiene mucha más pinta (además de valer casi la mitad: $590, contra los $900 que gasté torpemente). La búsqueda de un té de categoría en Buenos Aires es más ardua de lo que parece. Al final, todos los caminos conducen al Gato Negro.
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